Enviado por Carlos Fernando De Moraes.
Uno
de los crímenes más terribles cometido por el Imperio Británico durante
la Segunda Guerra Mundial fue la Hambruna de Bengala. Aunque Londres se
justificó diciendo que fue un daño colateral como consecuencia de la
situación geoestrégica bélica, lo cierto fue que no se tomaron medidas
para evitar la tragedia e incluso a sabiendas de lo que iba a pasar, los
responsables británicos miraron para otro lado porque actuar corría
contra sus intereses. Esta hambruna que devastaría la India y en
concreto Bengala, fue únicamente provocada por un culpable: Inglaterra.
Antes de la Segunda Guerra Mundial la
situación de Bengala no era precisamente de las mejores entre las
provincias de la India, por aquel entonces colonia del Imperio
Británico. La Crisis Económica de 1929 en todo el mundo había dejado una
huella difícil de borrar en Bengala, algo que ya llevaría arrastrando
hasta el siguiente conflicto. Una vez Gran Bretaña entró en guerra con
Alemania, reajustó la economía bengalí para ponerla al servicio bélico,
aunque dejando los suficientes recursos para la subsistencia en la
provincia. Sin embargo este tendencia empezó a cambiar en 1942, cuando
Japón declaró la guerra al Reino Unido y en una espectacular victoria
militar arrebató enteramente la colonia de Birmania a los británicos, lo
que supuso la pérdida del 15% del grano destinado a la India y más aún a
Bengala, ya que la región dependía en parte de los recursos procedentes
del territorio birmano. También otra de las causas de la hambruna,
aunque en menor grado, fue el ciclón que el 16 de Octubre de 1942 asoló
las costas orientales de Bengala y en especial el distrito de Midnapur y
Orissa, lo que dejó áreas enteras de cultivo inundadas y devastadas con
la consiguiente pérdida de toneladas de alimentos.
No obstante, a pesar de todas las causas
bélicas y naturales entre 1929 y 1942, lo que llevó a una de las más
terribles hambrunas de la India fue principalmente la política inglesa y
el racismo casi institucionalizado en el Imperio Británico a la hora de
dar prioridad a su metrópoli respecto a los indios. Todo empezó cuando
el Gobierno de Londres ordenó el requisamiento de casi todo el arroz y
otros alimentos ubicados en Bengala para llevarlos hasta Oriente Medio y
Egipto, donde se ubicaba el grueso de las tropas británicas que por
aquel entonces intentaban a duras penas defender el Canal de Suez del
ejército ítalo-germano. Aquel plan económico se cumplió tal cual, pues
el arroz se llevó al Norte de África como estaba previsto, pero también
la cantidad exportada se incrementó para el nuevo frente abierto en
Marruecos y Argelia tras la “Operación Torch” y a los soldados basados
en Ceilán, isla en la que pensaban se realizaría un desembarco japonés
que jamás tuvo lugar. Esta política dejó a Bengala prácticamente sin
subsistencias para el próximo año. Por si fuera poco todos los barcos de
carga bengalís, otra de las fuentes alimenticias de la provincia,
fueron hundidos por los mismos británcos para bloquear los canales de
Arakán, temiendo que se pudieran infiltrar submarinos japoneses por sus
aguas. Además los ingleses se llevaron de la provincia los parques
motorizados de suministros, siendo la mayoría desmantelados y todos los
vehículos como camiones, coches y motocicletas enviados al frente de
Assam, incluyendo los elefantes de carga. Para empeorar todavía más las
cosas numerosas tierras de cultivo fueron expropiadas a campesinos
indios y convertidas en aeródromos con los que bombardear el Sudeste
Asiático.
Prácticamente desabastecida Bengala, los
únicos que podían protestar por lo que estaba ocurriendo, es decir, los
mismos indios, fueron callados de golpe cuando todas sus organizaciones
políticas y sociales fueron disueltas entre el verano y otoño de 1942.
Los altos miembros del Partido del Congreso Indio que reclamaba la
independencia, incluyendo los pacifistas Mahatma Gandhi y Jawaharlal
Nehru, fueron arrestados y encarcelados. Como consecuencia de ello se
produjeron una serie de protestas y rebeliones que terminaron siendo
aplastadas con violencia. En escasas semanas los británicos ejecutaron a
2.500 personas e hicieron prisioneras a 66.000 más.
Cuando empezó el año 1943, Bengala estaba
a punto de quedarse sin reservas y al borde de una gran inanición.
Evitar esto sólo dependía de los políticos británicos en Londres, cuyo
deber únicamente consistía en reducir los convoyes a los frentes de
guerra y emplear una parte de estos en alimentar a la India antes de que
sucediese una desgracia. Sin embargo no sólo no se detuvieron las
exportaciones masivas de alimentos hacia los frentes de guerra, sino que
además se aumentaron para alimentar a la metrópoli en las Islas
Británicas. Otro factor que influyó en la hambruna fue la cantidad de
soldados aliados estacionados en Bengala, sobretodo en Calcuta, a los
cuales se alimentó en la abundancia a costa de dejar sin reservas a los
indios. Soldados estadounidenses, australianos, franceses libres y
chinos recibieron comida hasta la saciedad recolectada por los indios
que encima estos no consumieron.
Para los ingleses era sin duda más
prioritario mejorar la situación de las raciones de su metrópoli en
Reino Unido, que no las de unos salvajes de piel oscurecida como veían a
los indios. Así lo explicó el Primer Ministro Winston Churchill en el
Parlamento cuando le preguntaron sobre las reservas de Bengala,
justificándose según las teorías de su consejero científico Frederick
Lindemann, que los indios eran culpables de su situación por ser una
raza débil que se había reproducido en exceso y que ahora tenía que
pagar las consecuencias de verse en la escasez por su superpoblación.
Churchill jamás reduciría las raciones del Ejército Británico para
alimentar Bengala, al fin y al cabo él odiaba a los indios y no lo
disimulaba, llegando en una ocasión a afirmar la siguiente frase: “las
peores personas del mundo después de los alemanes son los indios”. Otro
defensor de esta política fue el Secretario de Estado, Leo Amery, quién
volvió a recalcar en el Parlamento que Bengala estaba ya condenada de
antemano por su exceso de población y que no valía la pena preocuparse
por unas muertes que estaban escritas en la selección natural, siendo
para ello más necesario desviar los recursos de esta provincia a los
soldados que combatían al Eje en las trincheras. Finalmente el
Parlamento de Londres se convenció de que la prioridad era ganar la
guerra y abandonó a Bengala a su suerte.
Oficialmente entre Mayo y Junio de 1943
se desató la tragedia en Bengala ante la escasez crónica de arroz y
alimentos. Los pueblos que dependían de otros pueblos más grandes en la
cadena de abastecimiento fueron los primeros en ser afectados, muriendo
la mayor parte de sus habitantes hambrientos. A estos pueblos les
siguieron las aldeas, las ciudades pequeñas y después los grandes
conglomerados urbanos a una cifra de 10.000 muertos por semana. Como si
de una plaga se tratara el hambre se extendió por Bengala y las zonas de
la India más próximas en una devastación sin límites.
Decenas de miles de familias al completo
murieron de inanición dentro de sus viviendas. Otras personas preferían
salir a la calle y desfallecer en la vía pública a la vista de todo el
mundo. Poco a poco las aldeas y ciudades se fueron llenando de cádaveres
putrefactos y sin recoger, lo mismo que las enfermedades como el
cólera, tifus o disentería que se expandieron sin control llevándose
millares de vidas. Tampoco facilitó las cosas las lluvias del monzón
asiático que terminaron con las vidas de unas gentes ya de por sí muy
debilitadas.
Normalmente ser de una determinada casta
en la India suponía caer más fácil o no víctima de la hambruna. Por
ejemplo los albañiles, obreros, zapateros, herreros, sastres,
dependientes o limpiadores, al ser los que menos tenían, fallecieron de
hambre más rápido que otros. Hubo montones de casos en los que padres de
familia tuvieron que sacrificar matando a sus propias hijas y abuelos
con tal de que sobreviesen los herederos varones con la escasa comida
disponible.
Antes que morir de esa forma tan lenta y
dolorosa, muchos prefirieron hacerlo luchando, motivo por el cual un
buen número de indios se lanzó contra los almacenes de víveres
custodiados por los soldados británicos, cayendo casi siempre por el
fuego de ametralladora de los centinelas.
Para sobrevivir las familias indias
utilizaron todos los métodos a su alcance. En primer lugar muchos
vendieron sus casas y tierras con tal de sacar unos pocos mendrugos de
comida que apenas tardaron unos días en consumirse. Cuando este método
dejó de ser útil se recurrió al intercambio de seres humanos. Miles de
padres optaron por el extremo de vender a sus propias hijas a hombres
ricos con tal de salvarlas la vida. También millares mujeres tomaron la
decisión directamente de venderse a si mismas como esposas o esclavas a
hombres de poder o nobles pudientes. Tampoco faltó la prostitución
masiva, sobretodo en Calcuta que se convirtió en el gran burdel de Asia
para las tropas aliadas. Por las calles la venta ambulante de chicas se
convirtió en algo de lo más normal.
Calcuta sufrió menos que otras ciudades,
pues al estar más abastecida, solamente se fueron contabilizando 2.000
muertos por mes. Aquella cifra más optimista para sobrevivir provocó un
éxodo rural inmenso hacia las ciudades, lo que complicó más la
situación. Urbes como Howrah, Midnapur, Faridpur o Barisal se
convirtieron en auténticas cárceles de muerte humana.
Otro colectivo que lo pasó muy mal fueron
los musulmanes de origen pakistaní residentes en Bengala. Dicho
colectivo al no poder enterrar a sus muertos tras una muerte como
aquella dentro de la fe islámica, se vió obligado a tirarlos al río para
que se los llevase la corriente hasta el mar. Como era de esperar en el
delta del río los cadáveres flotantes se fueron acumulando en una
macabra imagen que pocos podrían olvidar.
Numerosos soldados británicos destinados
en Bengala no pudieron soportar el sufrimiento que vieron allí. En una
ocasión una unidad militar inglesa se saltó las normas y acogió a más de
100 niños a los que dieron de comer. También un batallón de tropas
coloniales indias hizo una colecta y recaudó 100 rupías (dinero indio)
que se gastó en comida para los hambrientos de un pueblo. Otro suceso
similar ocurrió cerca de un cuartel en Chittagong, cuando unos soldados
recogieron y alimentaron a un grupo de niños huérfanos entre los 5 y los
10 años tras verlos llorando en solitario bajo la lluvia. Los negros
del Ejército Estadounidense destacados en Bengala, identificados por el
racismo del pueblo británico hacia el indio, no dudaron en echar una
mano a las gentes nativas de la zona. Paralelamente misiones cristianas y
organizaciones civiles ayudaron a paliar los efectos del hambre como la
Unidad Amistosa de Ambulancias de Madnipur dirigida por el activista
Sudhir Ghosh o la Escuela de Darjeeling que recaudó 800 rupías para
comprar comida a los niños bengalís.
Uno de los primeros medios de
comunicación en denunciar lo que estaba sucediendo en Bengala fue el
periódico británico Statesman, publicación que sacó a la luz la
realidad, algo que supuso un completo escándalo. A este periódico se
unió el diario local Hindu con el mismo propósito. La hermana del
nacionalista Nehru, Pandit Nehru, también manifestó su horror
públicamente. Pero si alguien hubo clave en cambiar la situación fue el
periodista Ian Stephens que público fotografías de mujeres y niños
muertos por toda Bengala. Como era de esperarse la noticia trascendió
internacionalmente. Para las potencias del Eje fue un regalo
propagandístico caído del cielo, ya que tanto Alemania como Japón
aprovecharon la tragedia para presentar la imagen de los ingleses como
unos asesinos sin piedad y justificar la guerra contra ellos. Chandra
Bose, el líder de la India Libre en el exilio que trabajaba para el Eje,
tampoco dudó en sacar partido alentando a la resistencia contra los
británicos y prometiendo que si se unían a la cruzada germano-japonesa,
solamente Berlín y Tokyo les garantizarían alimentos.
Al saberse en Gran Bretaña la magnitud
del genocido humano en lo que ya se conocía como la “Hambruna de
Bengala”, los responsables políticos no tuvieron más remedio que actuar.
En otoño por fin el Secretario de Estado, Leo Amery, limitó bastante la
exportación de alimentos de Bengala y desvió a numerosos mercantes para
que llevasen alimentos a la provincia india. También países extranjeros
como Australia, Estados Unidos y naciones de Latinoamérica
contribuyeron al envió de comida urgente a Bengala. Finalmente a partir
de 1944 la situación volvió a estabilizarse y la hambruna desapareció.
Durante la Hambruna de Bengala murieron
apróximadamente 3 millones de indios por inanición, malnutricción,
enfermedad o bajo las balas británicas intentando hacerse con algo de
comida.
Indudablemente, por mucho que Gran
Bretaña quisiese librarse de las acusaciones, fue la única responsable
de la Hambruna de Bengala. Fue la etnocéntrica superioridad moral
británica la que eligió que Bengala pasase hambre e impidiese mediante
la amenaza de las armas que los indios comiesen, sin preocuparse lo más
minímo por sus habitantes a quienes como dijo Churchill eran “las peores
personas después de los alemanes”. Aquella gran inanición no tuvo
ninguna necesidad ni la explotación abusiva de sus recursos hasta la
extenuación influyó lo más mínimo en las operaciones tanto en el Norte
de África como en el Sudeste Asiático, algo que de manera clara
constituyó un claro crimen de guerra.
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Bibliografía:
Christopher Bayly y Tim Harper, Forgotten Armies, Britain’s Asian Empire & the War with Japan, “The Great Starvation”, Penguin Books (2005), p.282-291
Christopher Bayly y Tim Harper, Forgotten Armies, Britain’s Asian Empire & the War with Japan, “The Great Starvation”, Penguin Books (2005), p.282-291
Fuentes:





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