terça-feira, 31 de março de 2020

La dimensión de una crisis que apenas comienza




José Álvaro de Lima Cardoso
El impacto en la economía global, como resultado de la pandemia, es mucho más profundo e inmediato que el visto en la crisis de 2008 y la Gran Depresión de 1929. El economista Noriel Roubini, cuyos análisis que anteriormente se consideraban pesimistas, ahora se consideran como realistas, señala que en esas dos grandes crisis, las bolsas de valores cayeron un 50% o más, los mercados de crédito se congelaron, se produjeron grandes quiebras, las tasas de desempleo subieron por encima del 10% y el PIB se contrajo a una tasa anualizada de 10% o más. Pero todos estos fenómenos tuvieron lugar en tres años o más. En la crisis actual, señala Roubini, todo esto se materializó en tres semanas, con los elementos de la llamada demanda agregada (consumo, gasto de capital, exportaciones) en caída libre, como nunca antes se había visto (ver el artículo de Roubini, "Uno depresión mayor ”, en GGN, 24.03.20).
Si la demanda agregada cae sin precedentes en la historia económica, se espera que el impacto de este proceso en el crecimiento sea brutal. Incluso si el efecto de la pandemia se resolviera hoy en todo el mundo, la recesión es casi inevitable y el riesgo de una depresión global es alto. Se pronostica que la economía de los Estados Unidos disminuirá un 30% en el segundo trimestre. Los pronósticos más optimistas predicen una contracción de al menos 14% en el PIB (este es el caso del banco JP Morgan).
La idea de que los efectos de la pandemia son "democráticos", es decir, que el virus afectaría a todos por igual, es mitológica. Las condiciones de alimentación, vivienda, acceso a medicamentos, higiene, proporcionan a los ricos y a la clase media condiciones infinitamente superiores para enfrentar la enfermedad, en relación con los pobres. Cuanto menos dinero tenga una persona, más sujeto estará a contraer la enfermedad y menos condiciones tendrá que sanar. Por lo tanto, los efectos de la crisis económica, ahora impulsada por la pandemia, sobre la pobreza, podrían ser devastadores. Según la OIT, es posible que el número de desempleados aumente en 24,7 millones, de los 188 millones de desempleados en 2019. Según lo previsto por la OIT, el
subempleo, con las inevitables reducciones en las horas de trabajo y los salarios. La Organización publicó un cálculo de la pérdida de ingresos de los trabajadores, con la crisis, que se espera que esté entre US $ 860 mil millones y US $ 3.4 trillones para fines de este año.
Una crisis que se presenta como un monstruoso tsunami, y que se espera que sea más grave que la Gran Depresión, requiere políticas extremas e inusuales. Algunos países parecen comprender la gravedad de la crisis y han comenzado a desarrollar políticas para proteger el empleo y los ingresos, e incluso las transferencias de dinero a los ciudadanos. La vecina Argentina, que atraviesa una grave crisis y recientemente tuvo que recurrir al FMI, definió la cuarentena general de la población. Además, para las familias que se quedaron sin ingresos, anunció una ayuda de 10.000 pesos (alrededor de R$ 800). En principio, la ayuda se otorgará solo una vez en abril, pero está sujeta a extensión si se mantiene la determinación del aislamiento total de la población. El gobierno estima que 3.6 millones de familias recibirán el beneficio.
En Brasil, antes de la pandemia, la crisis del empleo ya era dramática. El país tiene 12,6 millones de personas desempleadas y la población subutilizada en la fuerza laboral (trabajadores desempleados y subempleados debido a la falta de horas trabajadas) alcanzó el número más alto en la serie histórica de la PNAD, 27,6 millones de personas en 2019. El país tiene alrededor de 40 millones (al menos) trabajadores informales, cuyos ingresos son "mano a boca", es decir, no tienen ningún tipo de fondo de reserva o capacidad de ahorro para tiempos de desempleo. La guía para que estas personas se aíslen en casa es muy difícil de seguir durante mucho tiempo, ya que no existen condiciones de aislamiento, alimentación adecuada, ingresos y empleo para esto.
Algunos estudiosos del fenómeno de la pobreza predicen que cuando la enfermedad llegue a las comunidades pobres, puede haber un verdadero genocidio en el país. En China, que, a diferencia de Brasil, colocó con éxito el poder del Estado en el control de la enfermedad, el virus fue cuatro veces más mortal en las zonas pobres del país que en la clase rica o media. Estos datos proyectan lo que podría ser en Brasil, con un gobierno antipopular, los efectos de la enfermedad.
La experiencia global en la lucha contra la pandemia varía de un país a otro, y incluso dentro del mismo país. Pero los casos más exitosos de combatir la enfermedad parecen pasar por los siguientes pasos: a) aislamiento rápido de la abrumadora mayoría de la población; b) poner el sistema de salud pública al servicio de la lucha contra la pandemia; c) ataque inteligente y enfocado en áreas críticas; d) realizar una gran cantidad de pruebas para la enfermedad; e) planificación centralmente bien coordinada, con un amplio seguimiento de la evolución de la enfermedad.
En Brasil, que completó ayer un mes desde el primer caso de contaminación por Covid-19 (26.02), no existe un programa nacional para combatir la pandemia. Los estados y municipios están enviando sus planes, que consisten en gran medida en indicar el aislamiento de las personas y las medidas para mantener solo lo esencial en funcionamiento en la economía. Pero no existe un plan federal que integre los planes estatales a nivel nacional. El gobierno federal no tiene consenso incluso sobre el aislamiento de la población, que sería la primera acción. Los organismos ejecutivos, comenzando por el presidente, emiten constantemente información contradictoria. Lo que aún salva la situación es que algunas entidades federales, estados y municipios, están desarrollando sus propios planes con cierta eficiencia.
El punto es que si la pandemia continúa con el tiempo, como parece que lo hará, la política de aislamiento, simplemente, para una buena parte de la población, se agotará. La mayoría de las familias no tienen los recursos para mantenerse sin trabajar. Trabajar desde casa sigue siendo el privilegio de unos pocos. Hay 40 o 50 millones de trabajadores independientes, trabajadores informales ("empresarios" de ellos mismos), que no tienen reservas para pasar 30, 60 o 90 días en casa. No tienen dinero ni derechos sociales para garantizar su supervivencia en el período de aislamiento. Se estima que hay más de medio millón de brasileños en extrema pobreza, casi sin ayuda. Brasil tiene miles de personas sin hogar, ancianos, niños, que han aumentado exponencialmente en los últimos años en todas las zonas urbanas. Las personas sin hogar son uno de los segmentos más vulnerables de la pandemia: duermen en lugares poco saludables, comen mal, no tienen acceso a medicamentos, ni siquiera pueden mantener hábitos de higiene simples. Incluso por el simple hecho de lavarse las manos es difícil, a menudo usan charcos de agua.
El 26 de marzo, la Cámara de Diputados aprobó un proyecto que prevé el pago de ayuda de emergencia a los más pobres (PL 9236/17), por un monto de R$ 600 por mes. La ayuda se otorgará durante tres meses a las personas de bajos ingresos afectadas por la crisis de salud. Para acceder al beneficio, la persona debe al mismo tiempo: ser mayor de 18 años; no tener un trabajo formal; no recibir beneficios de seguridad social o asistencia, seguro de desempleo o cualquier otro programa federal de transferencia de ingresos que no sea Bolsa Família; tener un ingreso familiar mensual por persona de hasta la mitad de un salario mínimo (R$ 522.50) o un ingreso familiar mensual total (todo lo que recibe la familia) de hasta tres salarios mínimos (R$ 3,135.00). Los diputados estiman que se alcanzarán unos 100 millones de brasileños. Por supuesto, esto es un cálculo, una teoría. La operación de esto por parte de un gobierno que está en contra de este tipo de medida puede ser boicoteada en la práctica.
La "timidez" del proyecto aprobado por la Cámara Federal (falta la aprobación en el Senado y sanción del ejecutivo) revela, en el mejor de los casos, una falta de conocimiento por parte de la mayoría de los parlamentarios, de la gravedad de las crisis adicionales. Es didáctico prestar atención al plan aprobado en la madrugada del 25 de marzo en el Congreso de los Estados Unidos, que señala la magnitud de la crisis que los estadounidenses están imaginando. Es el plan económico más importante en la historia de la economía mundial. El pronóstico es para un gasto de casi dos billones de dólares, equivalente a alrededor de R $ 10 billones (en comparación, el PIB brasileño el año pasado fue de R $ 7,3 billones). Esta fábula del dinero, un antídoto contra la crisis económica y la pandemia, prevé inyecciones masivas en las empresas y los bolsillos de los ciudadanos. Estados Unidos, cuyo acceso a la salud es el privilegio de unos pocos, ya se ha convertido en el epicentro de la epidemia en el mundo, con más de 85,000 personas infectadas (superó a China) y más de 1,300 muertos (esto hasta esta mañana, pero la curva de contaminación se ha dirigido ) Esto revela la ridiculez de la posición de Trump, que al principio se burló de las advertencias sobre la gravedad de la enfermedad. La estrategia de los Estados Unidos en su conjunto implica una inversión de seis billones de dólares, si agregamos este paquete a los otros cuatro billones en capacidad de préstamo colocados por la Reserva Federal (banco central). Las transferencias directas de efectivo, que llegarán a la mayoría de los ciudadanos estadounidenses, serán de $ 1,200 por adulto y $ 500 por cada menor. Dicha ayuda directa a los ciudadanos podría alcanzar los $ 500 mil millones. El plan también proporciona una línea de crédito de $ 367 mil millones para pequeñas y medianas empresas, y un fondo de $ 500 mil millones para industrias, ciudades y estados. Los trabajadores despedidos recibirán un seguro de desempleo por cuatro meses, en la cantidad que generalmente se paga en su estado, más $ 600 adicionales.
Para enfrentar el tsunami que se está armando, Brasil necesitaría tomar medidas mucho más valientes que las tomadas ayer en la Cámara Federal. Sería hora de servir a los trabajadores de bajos ingresos con una cantidad decente de apoyo de sus familias. Sería el momento de apoyar a las personas pobres, que reciben Bolsa Família, la gran masa de trabajadores informales, microempresarios. Brasil tiene las condiciones técnicas y financieras para llevar a cabo acciones de esta magnitud. Tiene, por ejemplo, el registro único de la población pobre, con 80 millones de personas, que incluso se utilizará ahora para implementar el proyecto de la Cámara Federal, si se aprueba en otros casos. Hay SUS, que los estafadores aún no han desmantelado por completo, a pesar de los intentos.
El país tendría la alternativa de utilizar las reservas internacionales, que deberían rondar los US $ 346 mil millones (que ahora Guedes está quemando para asegurar el valor del dólar. En marzo, se gastaron entre 10 y 20, 20 mil millones) También podría aumentar el nivel de deuda pública, como lo están haciendo los gobiernos de todo el mundo. Pero esta no es una decisión técnica. Es que la línea de intervención de Bolsonaro y Guedes es gastar lo mínimo con la población pobre y asignar el máximo dinero público a los grandes capitalistas y banqueros. Esta opción no solo debe poner en peligro la confrontación actual de la crisis, sino también los próximos 10 años de Brasil.
* Economista 27.03.20



Pandemia torna visível a selvageria do programa econômico do governo


                                                                                  
                                                                                                     *José Álvaro de Lima Cardoso
     Estudiosos da universidade de Oxford, no Reino Unido, publicaram no dia 15 de março um estudo preliminar comparando as possíveis mortes pelo novo coronavírus no Brasil e na Nigéria. Apesar de ser um estudo preliminar, antecipado em decorrência da importância desse tipo de informação em meio a uma crise sanitária mundial, a projeção é que poderá haver até 478 mil mortes no Brasil. Os cientistas tomaram como referência dois países nos quais o impacto da doença foi bastante diferenciado: Itália, onde o número de mortos é altíssimo e a taxa de letalidade é uma das maiores, e Coreia do Sul, que, apesar de ter um grande número de infectados, tem uma das mais baixas taxas de letalidade (1%).
     Estudando os padrões de letalidade da doença a partir desses dois países, os cientistas projetaram o que poderia acontecer em nações que ainda não chegaram ao pico da pandemia, como no caso do Brasil. Os números devem ser encarados com cautela, pois o estudo é preliminar e deve passar por aperfeiçoamentos metodológicos. Mas o número geral (risco de quase 500 mil mortos no Brasil) é impressionante, e deveria servir de alerta para a horda que vem defendendo retorno ao trabalho, isolamento vertical e coisas do gênero. Contrariando não apenas os estudos especializados, mas a experiência concreta recente dos vários países, no enfrentamento da doença.  
     Com o agravamento da pandemia prossegue o movimento da burguesia no Brasil para isolar as inacreditáveis estultices de Bolsonaro, do programa econômico “virtuoso” coordenado por Paulo Guedes. Mas o que salta aos olhos é que justamente o programa de Paulo Guedes dificulta muito o combate aos efeitos do coronavírus, tanto no aspecto da saúde da população, quanto no da economia. No mundo todo as políticas que estão sendo implementadas são as desenvolvidas a partir dos Estados nacionais. Independentemente do tipo de governo de cada país, as políticas desenvolvidas utilizam a potência e a capacidade de centralização e organização do Estado. Mantendo, obviamente, seu caráter de classe: em todo o mundo capitalista as medidas têm como principal preocupação a proteção das empresas, especialmente as grandes.
     Aqui, desde o golpe em 2016, os governos vêm enfraquecendo o Estado nacional, que já tinha muitas debilidades, o que dificulta muito o combate à pandemia neste momento. Uma coordenação central para o combate à doença é rejeitada pelo governo não só pela incapacidade de perceber a gravidade do momento, mas também por razões ideológicas. Ou seja, a política do governo é “cada um que se vire”. Isso é especialmente preocupante, quando se sabe que os efeitos da pandemia são mais graves nas regiões mais pobres. As condições de alimentação, moradia, acesso à remédios, higiene, tudo isso fornece aos ricos e à classe média condições infinitamente superiores para o enfrentamento da doença, em relação aos pobres. Quanto menos dinheiro a pessoa tiver, mais sujeito estará a contrair a doença e menos condições terá de se curar.
     Dessa forma os efeitos da crise econômica, impulsionada agora pela pandemia, sobre a pobreza, poderão ser devastadores. O problema é que, a partir do golpe, começou o desmonte das políticas de combate à pobreza, tendência que foi aprofundada no Governo Bolsonaro. Destruíram as políticas de segurança alimentar e a fome aumentou rapidamente no Brasil. Em apenas 3 anos após ter saído do Mapa da Fome da ONU (2014), o Brasil retornou para o famigerado Mapa.
      A pandemia disparou uma crise mundial que já vinha se desenhando antes, e que, possivelmente, será a maior da história do capitalismo até então. Por isso mesmo, os países capitalistas centrais estão colocando trilhões de dólares, na tentativa de amainar os seus efeitos. Se calcula que o governo da Alemanha já tenha comprometido cerca de 35% do PIB para a empreitada. Outros países da Europa, montaram planos com percentuais semelhantes de investimentos previstos. Os EUA aprovaram o maior plano econômico da história, de quase dois trilhões de dólares — cerca de 10 trilhões de reais, uma quantia superior ao PIB brasileiro — para estimular empresas e famílias. O plano global dos EUA chegará a seis trilhões de dólares, se levar em conta outros quatro trilhões em empréstimo disponível por parte do Federal Reserve (banco central). O pacote prevê inclusive o pagamento de recursos diretamente aos cidadãos com renda inferior aos US$ 75.000,00 ao ano, medida que alcançará a maior parte da população dos EUA. Ao todo a ajuda direta aos cidadãos, poderá chegar aos US$ 500 bilhões. Além disso, o plano negociado no Congresso Nacional prevê uma linha de crédito de US$ 367 bilhões para pequenas e médias empresas, e um fundo no total de 500 bilhões para indústrias, cidades e Estados.
     Os trabalhadores que forem demitidos[1] receberão o seguro-desemprego no valor habitualmente pago em seu estado durante quatro meses, mais um extra de US$ 600,00. É que o tombo que estão esperando da economia estadunidense é muito grande: o banco Morgan Stanley calcula que no segundo trimestre o PIB norte-americano pode encolher 30%. Outras previsões mais otimistas, acreditam em uma queda de 15% da economia no período citado.
     No Brasil o que foi negociado até agora para a população mais diretamente afetada pelas crises somadas foi muito pouco. A Câmara de Deputados aprovou projeto na semana passada, negociado com a direita no Congresso, que prevê pagamento de um auxílio emergencial aos mais pobres (Projeto de Lei 9236/17), no valor de R$ 600 mensais. O auxílio será concedido durante três meses para as pessoas de baixa renda afetadas pela crise sanitária. Para ter acesso ao benefício, além de uma série de outras exigências a pessoa deve ter renda familiar mensal de até meio salário mínimo (R$ 522,50) ou renda familiar mensal total (tudo o que a família recebe) de até três salários mínimos (R$ 3.135,00).
      O valor negociado, R$ 600,00, é melhor do que nada (qualquer coisa é), mas é muito pouco. Uma cesta de alimentos, com 13 produtos essenciais para uma pessoa no mês de março, custou em média R$ 517,13 em Florianópolis (pesquisa divulgada ontem), praticamente o valor que será distribuído para os mais pobres, segundo o PL. Tem um problema adicional: o governo não tem encaminhado mesmo as ações que decide e divulga para a sociedade. O governo Bolsonaro por princípio é contra este tipo de medida, portanto a possibilidade de serem criadas dificuldades para as pessoas obterem o recurso, é grande. Isto está acontecendo com o Bolsa Família: recentemente o governo congelou o benefício em 200 municípios pobres e a estimativa é que a fila já esteja em mais de 1 milhão de pessoas. Os brasileiros que estão na fila já tiveram seus dados checados, não têm nenhum problema técnico ou de qualquer outra ordem. São pessoas miseráveis, com filhos, que têm direito a ingressar no Programa. Elas não entram no Programa porque o governo não quer gastar com pobres.
      Ao mesmo tempo em que segura o benefício aos famintos, o governo demostra extrema generosidade com os ricos. Um exemplo é a MP 927, editada na semana passada e que prevê o repasse aos banqueiros no montante de R$ 1,2 trilhão, que deve ser a maior transferência de dinheiro público ao setor privado, da história do país. Teoricamente, esses recursos seriam emprestados ao setor privado a juros mais baixos, visando melhorar as condições de investimento do setor produtivo. Mas qual o sentido de o governo subsidiar os banqueiros privados, para que estes disponham de mais recursos para a concessão de empréstimos, tendo a estrutura de bancos públicos federais?
     Este dinheiro todo está sendo colocado no sistema financeiro sem nenhuma contrapartida social. Por exemplo, os bancos estão demitindo fortemente há anos, trocando trabalhadores por máquinas, apesar dos lucros exorbitantes. A injeção do recurso poderia ter, no mínimo, como contrapartida, a estabilidade no emprego para os bancários. Os banqueiros, vale observar, representam neste momento o segmento mais capitalizado da burguesia: o lucro líquido dos 4 maiores bancos do Brasil com ações na Bolsa (Itaú, Bradesco, Banco do Brasil e Santander) cresceu 18% em 2019, na comparação com o ano anterior. Os ganhos acumulados chegaram a R$ 81,5, maior lucro consolidado nominal já registrado pelos grandes bancos na história do Brasil.
     Esta seria de a hora de:
1. Combater imediata e vigorosamente a fome, com uma política de guerra para atender os brasileiros que já estão sem o que comer;
2. Amparar de várias formas o pessoal pobre, os que recebem o Bolsa Família, a grande massa de trabalhadores informais e os micros empresários;
3. Injetar recursos no SUS para suportar a sobrecarga que inevitavelmente virá com a chegada do pico da pandemia;
4. Usar as reservas internacionais, de 346 bilhões de dólares, para atender as necessidades da população, garantindo por exemplo, o máximo isolamento social da população, combinado com uma política de renda mínima;
5.Aumentar o patamar da dívida pública para atender as necessidades da crise, como estão fazendo governos no mundo todo.
    O Brasil tem condições técnicas e financeiras para realizar ações dessa envergadura. Todas as medidas para enfrentar a pandemia e a crise econômica têm que ser coordenadas pelo Estado. Como tem sido apontado por alguns especialistas, o Brasil, em função da precária situação de vida de sua população, e em face das precárias condições do setor de saúde, poderá se tornar o epicentro mundial de disseminação da doença. A pandemia evidenciou para uma grande parcela da sociedade, como se faz fundamental uma estrutura pública de saúde, que dê conta de atender adequadamente a população, seja no dia a dia, seja em momentos críticos de crises sanitárias.  Em relação às bobagens proferidas diuturnamente por Bolsonaro devem ser tomadas todas as medidas cabíveis e possíveis. Mas não devemos perder de vista que o central é o programa de guerra contra a população, cuja natureza canibal, com o advento da pandemia, está ficando cada vez mais nítida.  
                                    
                                                                                         *Economista. 31.03.20.


[1] As demissões estão ocorrendo em massa nos EUA. Os pedidos iniciais de pedido-desemprego aumentaram para 3,28 milhões na semana passada, contra 282 mil na semana anterior. Para se ter uma ideia, o recorde anterior de pedidos em uma única semana, foi em outubro de 1982, com 695 mil, segundo o Departamento do Trabalho dos EUA.


sexta-feira, 27 de março de 2020

As tragédias que ameaçam a população brasileira


                                                                                  *José Álvaro de Lima Cardoso
   
   A perspectiva de uma grande crise internacional, acelerada por uma brutal pandemia, está levando governos a optarem por ações drásticas em todo o mundo. Vai ficando claro que o risco da crise financeira se espalhar por todo o sistema capitalista é grande. Alguns analistas afirmam que o risco sistêmico é muito maior nesta crise, do que foi em 1979, 1987 ou 2008. O risco é muito alto de contaminação do mercado de derivativos, o que envolve trilhões de dólares, em montante superior à crise de 2007/2008. É uma verdadeira fábula de dinheiro aplicada em papeis sem lastro, investimentos financeiros completamente descolados da esfera real da economia.
     Há inúmeros sinais, emitidos pelos donos do capital no mundo todo, de que o risco da crise econômica se disseminar, somado agora ao coronavirus, é muito elevado. Os governos dos países imperialistas estão adotando medidas extremas, indicação de que as informações são ainda mais graves do que aquelas as quais temos acesso. Dessa forma:
 1. O Fed (banco central norte-americano) eliminou exigências de reservas bancárias nos bancos comerciais, o que significa uma disponibilização potencialmente ilimitada de crédito. No dia 13 de março os EUA declararam situação de emergência nacional devido ao rápido avanço da pandemia, o que disponibiliza para o combate ao coronavírus, cerca de 50 bilhões de dólares. Comparado aos valores investidos nos países europeus é pouco, mas é importante se considerarmos que Donald Trump foi um dos dirigentes que, há poucos dias, fez troça dos riscos da pandemia;
2) O governo alemão, que é uma espécie de “pátria da austeridade fiscal” anunciou no dia 13 de março empréstimos "ilimitados", que podem, segundo previsões, alcançar 550 bilhões de euros, para amparar as empresas em função da crise econômica e da pandemia. Este plano de ajuda às empresas na Alemanha é mais significativo do que o utilizado na crise financeira de 2008. A crise na Alemanha, país que é o motor da Europa, também é anterior ao coronavírus: o país cresceu meros 0,6% em 2019, uma notável e clara desaceleração em relação a 2017 (2,5%) e 2018 (1,5%). A exemplo de outras economias, a crise sanitária apenas piorou uma situação que já era ruim;
3) A Comissão Europeia propôs no dia 20.03 suspender as regras orçamentárias da União Européia, de forma a permitir aos seus países membros aumentar o gasto público, visando conter o prejuízo humano e econômico da crise. Foi ativada pela primeira vez uma cláusula de escape geral do Pacto de Estabilidade e Crescimento (PEC). Com a decisão os 19 países da zona do euro, poderão injetar em suas economias “tudo que precisarem de recursos”. O PEC, agora suspenso, limita o déficit público a 3% e a dívida pública a 60% do PIB, sob pena de sanções econômicas. Com o acionamento da cláusula os países poderão ter déficit elevado e contrair dívida publica acima de 60% do PIB;
4) No mesmo dia 20.02, o governo britânico anunciou um novo pacote de estímulos para a economia do Reino Unido enfrentar a crise decorrente da doença. Serão mais 38 bilhões de libras (mais de R$ 223 bilhões). Estes recursos serão usados para garantir o pagamento de 80% dos salários dos trabalhadores do país pelo período de três meses, a partir de 1º. de março. Com este já são três os pacotes de medidas em menos de duas semanas, totalizando 418 bilhões de libras, ou R$ 2,5 trilhões. Estamos falando de um montante equivalente a 34% do PIB brasileiro para medidas de contenção às crises econômica e sanitária. Nunca em toda a história do Estado britânico foi dado um incentivo à economia dessa magnitude, o que nos dá uma ideia do tamanho do tsunami que está se armando no horizonte. As garantias dos salários, inicialmente são para três meses, entre março e maio. Mas, se a crise se aprofundar o prazo pode ser estendido. O governo britânico afirma que não há limites para o valor que pretende gastar.
    Na Inglaterra, além do pagamento de 80% dos salários, (o que significará o gasto de 8 bilhões de libras, quase R$ 47 bilhões), haverá também a suspensão do IVA (Imposto sobre o Valor Agregado). Esta renúncia ao imposto, para estimular o funcionamento do comércio, representará a perda de receitas na casa dos 30 bilhões de libras (mais de R$ 176 bilhões). É um valor equivalente a 1,5% PIB inglês. O pacote inclui ainda uma ajuda para locatários de imóveis, em 30% do valor do aluguel. Ademais, todos os negócios do ramo da hotelaria e restauração tiveram as taxas governamentais suspensas, para garantia de sua sobrevivência.
     Este pacote impressionante, que visa sustentar o funcionamento da economia britânica, veio acompanhado de restrições ainda mais duras da vida em sociedade, com o aumento do isolamento social. O governo do Reino Unido determinou que fossem fechados lojas, bares, restaurantes, pubs, teatros, cinemas e academias de ginástica. As aulas também foram suspensas. O governo sabe que obrigar tais negócios a fecharem, sem uma compensação econômica estatal, significaria a falência dos mesmos.  
     No Brasil não existe um plano nacional de enfrentamento da pandemia, as coisas vão sendo feitas empiricamente, à medida que os problemas vão surgindo. Alguns estados e municípios mais ativos estão se virando como podem. Mas na maioria dos entes federativos, e principalmente no governo federal, o enfrentamento do coronavírus se limita a mandar as pessoas se isolarem em casa. O problema é que essa crise sanitária pode durar dois, três, ou seis meses, e apenas uma parte minoritária da população, classe média e os ricos, conseguirão ficar em casa nesse período. Para começar, do ponto de vista técnico, o trabalho a partir de casa, é privilégio de apenas uma parte da classe trabalhadora. Para a parcela majoritária dos trabalhadores, suas funções não podem ser feitas a partir de casa, exigem a presença física.  
     Além disso, apenas os ricos, e um segmento da classe média - que dispõe de reservas - conseguirá se isolar em suas casas enquanto tiverem recebendo salários. Muitas empresas, se nada for feito, irão quebrar. A esmagadora maioria das empresas no Brasil são micro, pequenas e médias. Quantas delas dispõe de gordura para ficar um, dois ou três meses sem funcionar? Sem ajuda estatal, como na Europa, bares, padarias, pequenos negócios em geral, não dispõem de recursos para ficar sem faturar, nem por alguns dias.  
     O governo federal insiste em mandar as pessoas para casa porque não custa dinheiro, é uma solução barata. O dinheiro público, na verdade está sendo disponibilizado para as empresas. Por exemplo, o governo confirmou que distribuirá cupons a pessoas sem assistência social e à população que desistiu de procurar emprego, no valor médio de R$ 191. O valor será pago por três meses, totalizando uma despesa de R$ 15 bilhões. No mesmo dia que anunciou este benefício, divulgou também que passará a comprar títulos soberanos do Brasil denominados em dólar (global bonds) das instituições financeiras nacionais, dos bancos. O estoque desses títulos é de US$ 31 bilhões (R$ 161 bilhões). Ou seja, para a população pobre (que receberá um valor entre R$ 89 a R$ 205, desde que a pessoa não receba nenhum benefício outro social).
     Nessa mesma linha, no domingo, 22, o governo publicou uma MP (Medida Provisória) que autoriza suspensão do contrato de trabalho por até 4 meses. Neste período o empregado deixa de trabalhar, mas a empresa não pagará salários. A empresa deverá nesse período oferecer cursos de qualificação online aos seus trabalhadores (uma balela total) e manter benefícios. Essa é uma medida para não gastar dinheiro público com trabalhadores, e que certamente não irá funcionar. Mesmo que as empresas ministrassem os cursos online, o problema neste momento não é esse, e sim como os trabalhadores irão sustentar suas famílias. A MP publicada ontem, na realidade, irá flexibilizar ainda mais a legislação, visando facilitar a demissão de trabalhadores por parte das empresas. Um dos aspectos da MP, inclusive, é que a negociação individual se sobrepõe aos acordos coletivos e legislação trabalhista, tirando assim completamente os sindicatos da situação.    
     Estudo feito pela Fundação Getúlio Vargas (FGV EESP) prevê que o Brasil termine 2020 com uma retração de 4,4% no PIB. Se confirmada, seria o maior recuo do PIB desde 1962, quando iniciou a série histórica disponível no Banco Central. O cenário simulado pela FGV EESP prevê efeitos da mesma gravidade dos verificados na crise de 2008, dada a queda da atividade global, especialmente nas economias chinesa, europeia e norte-americana. O fato é que, dependendo do tempo que durar a pandemia, a projeção da FGV pode se tornar muito conservadora. Para o crescimento, este ano já está comprometido e dependendo do que for encaminhado, a crise se arrastará nos próximos anos.
     A pandemia segundo a OIT, na previsão mais moderada poderá aumentar em 5,3 milhões o número de desempregados no mundo. No pior cenário, é possível que o número de desempregados cresça em 24,7 milhões, num universo, segundo a Organização, de 188 milhões de desempregados em 2019. Conforme previsão da OIT aumentará também o subemprego, com as inevitáveis reduções das jornadas de trabalho e dos salários. A Organização divulgou um cálculo da perda de renda pelos trabalhadores, com a crise, que deve ficar entre US$ 860 bilhões e US$ 3,4 trilhões até o fim deste ano.
     No Brasil, antes da pandemia, a crise do emprego já era dramática. O país tem 12,6 milhões de pessoas desocupadas e a população subutilizada na força de trabalho (trabalhadores desocupados e subocupados por insuficiência de horas trabalhadas) atingiu o maior número da série histórica da PNAD, 27,6 milhões de pessoas em 2019. Segundo o IBGE, o número de subocupados, ou seja, os desocupados e os que não conseguem trabalhar um mínimo de horas semanais, está quase 80% acima do indicador verificado em 2014, ocasião em que foi registrado o menor número da série histórica (15,4 milhões). Neste quadro de explosão do desemprego e da informalidade a saída poderia ser o mercado externo, como já ocorreu em outras crises brasileiras. Mas as crises econômica e sanitária, são mundiais, os mercados em regra irão se fechar ainda mais.  
     A tragédia da classe média que irá perder o emprego a partir da quebradeira de empresas, vai acabar sendo um problema menor em relação a um número enorme de pessoas no Brasil que, sem pandemia e sem crise econômica, já estavam numa situação de extrema dificuldade. Por exemplo, os idosos pobres, que vivem de uma aposentadoria ou renda do Bolsa Família, como irão se recolher, se não têm condições de se isolar em casa e nem dispor de alimentação adequada. O Brasil tem cerca de 40 milhões de trabalhadores informais, cujo rendimento é “da mão para a boca“, ou seja, não dispõem de nenhuma espécie de fundo de reserva ou capacidade de poupança para momentos de desemprego.
     O Brasil tem um cadastro único da população pobre, no qual consta 80 milhões (segundo informação da ex-ministra Tereza Campelo é o único país do mundo que tem um cadastro como esse). A ex-ministra adverte que a orientação para esse pessoal se isolar em casa é impossível de ser seguida. Esse pessoal não tem condições de isolamento, alimentação, renda, emprego, estabilidade. Ela alerta que quando doença atingir as comunidades pobres poderá haver um verdadeiro genocídio no Brasil. Na China, que diferentemente do Brasil, colocou o poder do Estado no controle da doença, o vírus foi quatro vezes mais fatal nas áreas pobres do país, do que nas ricas ou nas de classes médias. Este dado indica o que poderá ser no Brasil, governado pela extrema direita, os efeitos da doença.
     Como os trabalhadores informais, autônomos, estimados em 40 ou 50 milhões no Brasil (ironicamente chamados de “empreendedores”) vão ficar em casa um, dois ou três meses, se não têm reservas de qualquer tipo, e nem direitos sociais, que lhes garantam a sobrevivência? Uma parte dos trabalhadores de carteira assinada, que têm FGTS, poderá se defender da fome por alguns meses, até o pior da crise passar (uma parte, apenas). Mas e os milhões de trabalhadores informais, como irão fazer?
     Calcula-se que existe mais meio milhão de brasileiros que estão em situação de extrema pobreza, quase completamente desassistidos pelo governo antipopular e antinacional de Bolsonaro. Recentemente o governo congelou o Bolsa Família em 200 municípios pobres e a estimativa é que a fila já esteja em mais de 1 milhão de pessoas. As pessoas que estão na fila já tiveram seus dados checados, não têm nenhum problema técnico ou de qualquer outra ordem. São pessoas miseráveis, com filhos, que têm direito a ingressar no Programa. Elas não entram porque o governo não quer gastar com pobres. É de uma crueldade inominável.
     Um aspecto visível dessa situação são as centenas, milhares de moradores de rua, idoso, crianças, que aumentaram exponencialmente nos últimos anos em todos os aglomerados urbanos. Os moradores de rua são um dos segmentos mais vulneráveis à pandemia. Dormem em locais insalubres, se alimentam mal, não tem acesso à remédios, não conseguem nem mesmo manter hábitos simples de higiene. Até para simples ato de lavar as mãos, fica difícil. Quando o emprego estava crescendo, até 2014, e as políticas públicas de atendimento à pobreza estavam em franco funcionamento, tínhamos parado de ver esse tipo de população miserável nas ruas. De alguns anos para cá, principalmente a partir do golpe em 2016, essa tendência se inverteu.
     Mas a flagrante expansão do número de moradores de rua é só a ponta do iceberg, é o sofrimento mais visível. O problema é muito mais profundo: são milhões de pessoas desempregadas, subempregadas, passando fome (esta retornou com velocidade), fila de trabalhadores rurais na previdência, fila para receber o Benefício de Prestação Continuada (BPC), destinados à pessoas com deficiência. Todo esse descaso com a questão pública, numa conjuntura que combina duas crises simultâneas (econômica e sanitária), conduz os mais pobres a uma situação verdadeiramente desesperadora. A crise econômica, e a crise sanitária são flagelos menos graves do que o Risco Bolsoguedes.
                                                                                                            
                                                                                                                                  *Economista
                                                                                                                                     23.03.20

A dimensão de uma crise que está apenas começando


                                                                                  *José Álvaro de Lima Cardoso
   
      O impacto para a economia global, decorrente da pandemia, está sendo muito mais profundo e imediato do que o verificado na crise de 2008 e na Grande Depressão de 1929. O economista Noriel Roubini - cujas análises que antes eram consideradas pessimistas, são agora vistas como realistas - registra que que naquelas duas grandes crises as bolsas de valores caíram em 50% ou mais, os mercados de crédito congelaram, as grandes falências se seguiram, as taxas de desemprego subiram acima de 10% e o PIB contraiu a uma taxa anualizada de 10% ou mais. Mas todos esses fenômenos aconteceram em três anos, ou mais. Na atual crise, registra Roubini, tudo isso se materializou em três semanas, sendo que os elementos da chamada demanda agregada (consumo, gasto de capital, exportações) se encontram em queda livre, como nunca observado antes (ver artigo de Roubini, “Uma depressão maior”, no GGN, 24.03.20).
     Se a demanda agregada cai sem precedentes na história econômica, é de se esperar que o impacto desse processo sobre o crescimento será brutal. Mesmo que o efeito da pandemia fosse resolvido hoje em todo o mundo, a recessão é quase inevitável e é grande o risco de uma depressão global. Há previsões de que no segundo trimestre a economia norte-americana encolha 30%. As previsões mais otimistas preveem contração de pelo menos 14% no PIB (é o caso do banco JP Morgan).
     A ideia de que os efeitos da pandemia são “democráticos”, ou seja, de que o vírus afetaria a todos de forma equânime, é mitológica. As condições de alimentação, moradia, acesso à remédios, higiene, tudo isso fornece aos ricos e à classe média condições infinitamente superiores para o enfrentamento da doença, em relação aos pobres. Quanto menos dinheiro a pessoa tiver, mais sujeito estará a contrair a doença e menos condições terá de se curar. Dessa forma os efeitos da crise econômica, impulsionada agora pela pandemia, sobre a pobreza, poderão ser devastadores. Segundo a OIT é possível que o número de desempregados cresça em 24,7 milhões, num universo de 188 milhões de desempregados em 2019. Conforme previsão da OIT aumentará também o subemprego, com as inevitáveis reduções das jornadas de trabalho e dos salários. A Organização divulgou um cálculo da perda de renda pelos trabalhadores, com a crise, que deve ficar entre US$ 860 bilhões e US$ 3,4 trilhões até o fim deste ano.
     Uma crise que se apresenta como um tsunami monstruoso, e que deverá ser mais grave do que a Grande Depressão, requer políticas extremas e inusitadas. Alguns países parecem que estão compreendendo a gravidade da crise e começaram a desenvolver políticas de proteção ao emprego e à renda, e mesmo de transferências de dinheiro aos cidadãos. A vizinha Argentina, que atravessa uma grave crise, e recentemente teve que recorrer ao FMI, definiu quarentena geral da população. Além disso para as famílias que ficaram sem renda, anunciou uma ajuda de 10 mil pesos (cerca de R$ 800). Em princípio, a ajuda será uma única vez no mês de abril, porém sujeito a se estender, caso a determinação de isolamento total da população permaneça. O governo avalia que 3,6 milhões de famílias serão contempladas com o benefício.
    No Brasil, antes da pandemia, a crise do emprego já era dramática. O país tem 12,6 milhões de pessoas desocupadas e a população subutilizada na força de trabalho (trabalhadores desocupados e subocupados por insuficiência de horas trabalhadas) atingiu o maior número da série histórica da PNAD, 27,6 milhões de pessoas em 2019. O país tem cerca de 40 milhões (pelo menos) de trabalhadores informais, cujo rendimento é “da mão para a boca“, ou seja, não dispõem de nenhuma espécie de fundo de reserva ou capacidade de poupança para momentos de desemprego. A orientação para esse pessoal se isolar em casa é muito difícil de ser seguida por muito tempo, já que não existem condições de isolamento, alimentação adequada, renda e emprego para tal.
     Alguns estudiosos do fenômeno da pobreza estão prevendo que quando a doença atingir as comunidades pobres poderá haver um verdadeiro genocídio no país. Na China, que diferentemente do Brasil, colocou com sucesso, o poder do Estado no controle da doença, o vírus foi quatro vezes mais fatal nas áreas pobres do país, do que nas ricas ou nas de classes médias. Este dado projeta o que poderá ser no Brasil, com um governo anti povo, os efeitos da doença.
     A experiência mundial no enfrentamento da pandemia varia em cada país, e mesmo dentro de um mesmo país. Mas os casos mais bem sucedidos de combate à doença parece passar pelos seguintes encaminhamentos: a) isolamento rápido da esmagadora maioria da população; b) colocação do sistema público de saúde à serviço do combate à pandemia; c) ataque inteligente e concentrado nas áreas críticas; d) realização de um grande número de testes da doença; e) planejamento bem coordenado centralmente, com amplo monitoramento da evolução da doença.
     No Brasil, que completou um mês ontem desde o primeiro caso de contaminação pelo Covid-19 (26.02), não existe um programa nacional de combate à pandemia. Os estados e municípios estão encaminhando seus planos, que em boa parte se resumem a indicar o isolamento das pessoas e a medidas para manter apenas o essencial funcionando na economia. Mas não existe um plano federal, que integre nacionalmente os planos estaduais. O governo federal não tem consenso nem em relação ao isolamento da população, que seria a primeira das ações. Os órgãos do executivo, a começa pelo presidente, emitem o tempo todo informações contraditórias entre si. O que ainda salva a situação é que alguns entes federativos, estados e municípios, estão desenvolvendo planos próprios com alguma eficácia.   
     A questão é que se a pandemia se alongar no tempo, como parece que vai, a política de isolamento, pura e simplesmente, para uma boa parte da população, irá se esgotar. A maioria das famílias não dispõe de recursos para se sustentar sem trabalhar. O trabalho a partir de casa ainda é privilégio de poucos. São 40 ou 50 milhões de autônomos, os trabalhadores informais (“empreendedores” de si mesmo), que não dispõem de reservas para ficar 30, 60, ou 90 dias em casa. Não têm nem dinheiro e nem direitos sociais que lhes garantam a sobrevivência no período de isolamento. Calcula-se que existe mais de meio milhão de brasileiros que estão em situação de extrema pobreza, quase completamente desassistidos. O Brasil tem milhares de moradores de rua, idosos, crianças, que aumentaram exponencialmente nos últimos anos em todos os aglomerados urbanos. Os moradores de rua são um dos segmentos mais vulneráveis à pandemia: dormem em locais insalubres, se alimentam mal, não tem acesso à remédios, não conseguem nem mesmo manter hábitos simples de higiene. Até para o simples ato de lavar as mãos fica difícil, muitas vezes usam poças de água.
     No dia 26 de março a Câmara de Deputados aprovou projeto que prevê pagamento de um auxílio emergencial aos mais pobres (PL 9236/17), no valor de R$ 600 mensais. O auxílio será concedido durante três meses para as pessoas de baixa renda afetadas pela crise sanitária. Para ter acesso ao benefício a pessoa deve ao mesmo tempo: ser maior de 18 anos de idade; não ter emprego formal; não receber benefício previdenciário ou assistencial, seguro-desemprego ou de outro programa de transferência de renda federal que não seja o Bolsa Família; ter renda familiar mensal por pessoa de até meio salário mínimo (R$ 522,50) ou renda familiar mensal total (tudo o que a família recebe) de até três salários mínimos (R$ 3.135,00). Os deputados estimam que cerca de 100 milhões de brasileiros serão atingidos. Claro, esse é um cálculo, uma teoria. A operação disso, por parte de um governo que é contra esse tipo de medida pode ser boicotada na prática.  
     A “timidez” do projeto aprovado na Câmara Federal (falta aprovação no Senado e a sanção do executivo) revela, na melhor das hipóteses, um desconhecimento por parte da maioria dos parlamentares, da gravidade das crises somadas. É didático prestar atenção no plano aprovado na madrugada do dia 25.03 no Congresso dos Estados Unidos, que aponta a magnitude da crise que os norte-americanos estão vislumbrando. Trata-se do mais importante plano econômico da história da economia mundial. A previsão é de um gasto de quase dois trilhões de dólares, equivalente a cerca de R$ 10 trilhões (para efeito de comparação, o PIB brasileiro no ano passado foi de R$ 7,3 trilhões). Essa fábula de dinheiro, um antídoto contra a crise econômica e a pandemia, prevê injeções maciças nas empresas e bolsos dos cidadãos. Os EUA, cujo acesso à saúde é privilégios de poucos, já se tornou o epicentro da epidemia no mundo, com mais de 85.000 contagiados (superou a China) e mais de 1.300 mortos (isso até hoje pela manhã, mas a curva de contaminação empinou). Isso revela o ridículo da posição de Trump, que ironizou no início os avisos acerca da gravidade da doença.
     A estratégia como um todo dos EUA implica num investimento de seis trilhões de dólares, se somarmos este pacote aos outros quatro trilhões em capacidade de empréstimo colocada por parte do Federal Reserve (banco central). Os repasses diretos de dinheiro, que alcançarão a maior parte dos cidadãos norte-americanos, será de 1.200 dólares por pessoa adulta e 500 dólares por cada menor de idade. Essa ajuda direta aos cidadãos poderá alcançar 500 bilhões de dólares. O plano prevê também uma linha de crédito de 367 bilhões de dólares para pequenas e médias empresas, e um fundo de 500 bilhões para indústrias, cidades e estados. Os trabalhadores demitidos receberão o seguro-desemprego durante quatro meses, no valor habitualmente pago em seu Estado, mais um dinheiro extra de 600 dólares.
     Para enfrentar o tsunami que está se armando, o Brasil precisaria adotar medidas muito mais corajosas do que a tomada na Câmara Federal ontem. Seria o momento de atender os trabalhadores de baixa renda com um valor decente de sustentação de suas famílias. Seria a hora de amparar o pessoal pobre, que recebe o Bolsa Família, a grande massa de trabalhadores informais, os micros empresários. O Brasil tem condições técnicas e financeiras para realizar ações dessa envergadura. Possui por exemplo, o cadastro único da população pobre, com 80 milhões de pessoas, que será inclusive utilizado agora para implementar o projeto da Câmara Federal, caso seja ele aprovado nas demais instâncias. Tem o SUS, que os golpistas ainda não desmontaram completamente, apesar das tentativas.
     O país teria a alternativa de usar as reservas internacionais, que deve estar na casa dos 346 bilhões de dólares (que agora estão sendo queimadas por Guedes para segurar o valor do dólar. Só em março, entre os dias 10 e 20 foram gastos 20 bilhões). Teria condições também de aumentar o patamar da dívida pública, como estão fazendo governos do mundo todo. Mas não se trata de decisão técnica. É que a linha de intervenção de Bolsonaro e Guedes é gastar o mínimo com a população pobre e destinar o máximo de dinheiro público para grandes capitalistas e banqueiros. Essa opção deve não apenas comprometer o enfrentamento presente da crise, mas também os próximos 10 anos do Brasil. 
   
                                                                                                                 *Economista     27.03.20

segunda-feira, 16 de março de 2020

Crise da economia mundial e os trabalhadores



                                                                                    *José Álvaro de Lima Cardoso
   
   O novo coronavírus (COVID-19) superou os 150 mil infectados em todo o mundo. É uma doença grave, bastante desconhecida, e por enquanto sem vacina ou cura indicada. Além dos países inicialmente mais afetados (China e Itália), Estados Unidos, Reino Unido, Colômbia, Rússia e vários europeus intensificaram as medidas para atenuar o impacto da pandemia. Foram fechadas várias fronteiras levando ao confinamento de milhões de pessoas. A doença já matou mais de 5.700 pessoas em 137 países desde dezembro/19.
     Poucos países estão preparados para um problema dessa magnitude, na gravidade que vem apresentando. E os países nem podem alegar que a falta de prevenção se deve à ausência de doenças, na medida em que o mundo teve surtos recentes como o SARS-CoV (2002), gripe aviária, H5N1 (2003), gripe suína, H1N1 (2009), MERS-Co (2012), Ebola (2013), Zyka (2015). Tais surtos estão relacionados não apenas ao desenvolvimento da produção de alimentos agrícolas e animais, baseados em técnicas intensivas, com elevada produtividade. Tais métodos de produção, disseminados rapidamente para garantir a produção e os lucros, muitas vezes sem o rigor e controle sanitário adequados, acabam disseminando as doenças.
     Chama a atenção a determinação com que a China está enfrentando o problema. A cidade de Wuhan, principal foco, com 11 milhões de habitantes, está desde o final de janeiro em uma quarentena absoluta, com serviços, comércio e indústria completamente parados. Como era esperado a doença derrubou a produção industrial na China: o valor agregado caiu 13,5% em janeiro e fevereiro, segundo dados anunciados pelo Escritório Nacional de Estatística chinês nesta segunda-feira (16). O grande surto da doença foi em Wuhan, mas a mobilização do governo e da população evitou que a doença se espalhasse maciçamente para outras cidades. Foi em Wuhan que o governo local construiu um novo hospital, com 1.000 leitos, em 10 dias. Pelas estimativas, a partir de 15 de fevereiro o número de casos na China começou a diminuir, em função do trabalho forte, articulado e concentrado do Estado. Temos o exemplo de outros países, como o Japão que fechou escolas por várias semanas, da Itália e Espanha, que gradativamente ampliam a área de contenção da epidemia, o que deve levar à controle da doença no futuro, ainda que não se saiba quando exatamente.
     São poucos os países no mundo que se prepararam, como a China, para enfrentar uma doença como essa, apesar dos inúmeros casos de outras epidemias que poderiam se transformar numa pandemia global. O fato da maioria dos países não disporem de preparação para uma pandemia, com planos de emergência e estruturas montadas para rápido acionamento - mesmos os países ricos – indica o que pode ocorrer nos países pobres, de economia atrasada, nos quais os sistemas de saúde são extremamente frágeis. Na maioria dos países a população não tem recursos para saúde privada, os sistemas públicos de esgoto e saneamento são insuficientes, uma parte expressiva da população passa fome, inclusive.  
     O fato de um país desenvolvido como a Itália ser, na Europa, o epicentro da crise do coronavírus, é um aviso expresso para países subdesenvolvidos como o Brasil, do que pode vir a acontecer. A Itália é país desenvolvido, com destaque em muitos segmentos da indústria do conhecimento, da moda, dos serviços. O PIB italiano é próximo ao inglês e ao francês, sendo que o país tem renda per capita próxima à da Alemanha. Se um país desenvolvido como a Itália está passando por tantas dificuldades para controlar a pandemia, pode-se concluir que a situação será muito mais difícil nos países subdesenvolvidos, nos quais parcela da população passa fome, os sistemas de saneamento e higiene são precários, não há recursos para investimento em saúde pública, e as vezes não há nem mesmo o interesse.
      É preciso dizer: o problema não é a Itália, e sim a Europa como um todo. A Espanha, o país onde a pandemia mais cresce, juntamente com a Itália, já registrou 1.500 novos contágios (até 14.03), aproximando-se dos 6.000 infectados, e já apresentando 180 mortos. O governo espanhol decretou estado de alerta e abriu um conselho de emergência com ministros. Em Madri, que concentra o maior número de afetados, foram cancelados todos os eventos públicos e o fechamento do comércio, exceto os de bens essenciais (alimentos, remédios, etc.).
     Percebe-se que no mundo todo, com algumas exceções, os governos estão aprendendo a lidar com a pandemia ao fazer o seu enfrentamento. Ou seja, em geral não há planos prévios de emergência, e sim uma reação, à medida que os problemas decorrentes da pandemia vão aparecendo. Neste sentido a China serve de referência no combate à doença, para todos os países.
     O surto de coronavírus ampliou o risco de uma grave crise na economia global, que já estava no horizonte bem antes da pandemia. A previsão é de que no primeiro trimestre do ano o crescimento será afetado em muitos países do mundo, especialmente na China. Vimos o que ocorreu com o PIB chinês no primeiro bimestre em função das restrições à circulação de produtos industriais e os serviços de uma forma geral. Em boa parte dos aglomerados urbanos as pessoas estão circulando o mínimo possível, o que afeta frontalmente a economia de uma forma geral, como a movimentação em restaurantes, centros de compras, cinemas, teatros, etc.
    A taxa de crescimento do PIB chinês prevista anteriormente, de 6% no ano, ficará muito difícil de ser alcançada. Isto deverá afetar o crescimento mundial como um todo. Um crescimento da economia chinesa entre 3% e 4% em 2020, como têm alertado os especialistas em economia global, significaria na prática uma recessão para a China, em face do desempenho do seu PIB nas últimas décadas.
     Numa hora como essa, políticas públicas adequadas, encaminhadas rapidamente, especialmente nos campos fiscal e monetário, seriam fundamentais. Porém a margem de manobra para tais políticas, na maioria dos países, é pequena. Além do mais o tempo de tomadas das decisões políticas em cada país, é muito mais lento que o tempo de disseminação do vírus. Como alerta o economista Nouriel Roubini, boa parte das economias europeias já precisavam de políticas fiscais vigorosas, antes mesmo da crise da coronavírus. A Itália, por exemplo, o país mais atingido pelo surto na Europa, já estava quase em recessão antes do coronavírus. É o caso também da Alemanha, considerado o motor da economia europeia, que cresceu meros 0,6% em 2019, uma notável desaceleração em relação a 2017 (2,5%) e 2018 (1,5%). 
     O pior é que a maioria dos países não poderá utilizar os juros para reativar suas economias, já que em boa parte dos países aqueles já são muito baixos, frequentemente negativos. É o caso dos juros europeus e do Japão, que já estão em território negativo. O economista Roubini tem alertado que a crise atual é um choque de oferta que, diferentemente da crise de 2008, não pode ser combatida com políticas monetárias ou fiscais. É como diz o economista: se você não tem alimentos e água garantidos, não tem políticas monetárias e fiscais que resolvam.
     Há previsões que os preços das ações de empresas globais tenham perdas entre 30 e 40% neste ano. O mercado acionário brasileiro, que já vinha desde o começo do ano na corda bamba, vem apresentando quedas do preço das ações neste mês de março, que não aconteciam há anos. Também como sintoma da incerteza que predomina nos mercados especulativos o dólar vem batendo sucessos recordes de valorização em relação ao real (está quase batendo nos R$ 5,00). Por outro lado, há um verdadeiro dilúvio de capitais internacionais que escapam do Brasil. A saída líquida de dólares da economia brasileira no ano passado (entradas menos saídas) foi de US$ 44,77 bilhões, maior evasão de divisas do Brasil em toda a série histórica, iniciada em 1982. Mas somente neste ano já fugiram praticamente os valores observados em todo o ano passado. Os grandes “investidores” têm grande sede de lucros e pernas longas. Têm também informações privilegiadas, as quais nós, meros vendedores da força de trabalho, não temos acesso. O recorde anterior de fuga de capitais tinha sido registrado em 1999, quando o saldo cambial (diferença entre as entradas e saídas de dólares) ficou negativo em US$ 16,18 bilhões.
     O que acontece na China e na Europa, indica o risco que corremos no Brasil em relação ao problema. Não dá para imaginar que as consequências da doença no Brasil serão menos graves do que na Europa. O ilegítimo e inepto governo brasileiro, que há uma semana dizia que a pandemia era uma invenção da imprensa, está desmontando as estruturas de atendimento nas áreas de saúde, saneamento e reduzindo todo o investimento público ao mínimo.
     A crise econômica mundial que se avizinha, agora precipitada pelo coronavírus, como se previa, pegará o Brasil no contrapé. A fragilidade externa do país aumentou muito a partir do golpe de 2016. Por exemplo, o governo Bolsonaro está queimando as reservas internacionais deixada pelo governo Dilma Roussef, na tentativa de deter o aumento do câmbio. Somente em março o Banco Central já injetou US$ 15,245 bilhões em recursos novos no mercado de câmbio, tentando conter a escalada do dólar. Mesmo assim, o real é a moeda que mais se desvalorizou no mundo, neste ano. Um outro risco não desprezível é a possibilidade da elevação da inflação, em função da pressão do câmbio. A desvalorização do real ameaça contaminar os preços internos, via importações de insumos e outros, e haver uma elevação significativa da inflação. Não se sabe exatamente o que poderia acontecer se houvesse um aumento da inflação em meio a uma estagnação econômica monstruosa como a atual.
     A grave crise do coronavírus, cujos desdobramentos no Brasil devem ser mais graves que na Europa, tornou evidente a absoluta ausência de estratégia por parte do governo Bolsonaro. Portanto, é bobagem esperar qualquer medida mais importante que venha de um governo que nega o problema da pandemia e prega o aprofundamento das “reformas” neoliberais como solução para os problemas atuais. Sem ilusões e acreditando na sua força, os trabalhadores devem se organizar e lutar por medidas de retomada do crescimento, de proteção à saúde da população, e de proteção ao emprego e à renda.  

                                                                                           *Economista. 16.03.20

sexta-feira, 13 de março de 2020

Crise em espiral para tempos dolorosos


                                                                                      *José Álvaro de Lima Cardoso
    

     Impressiona o nível da instabilidade nos mercados financeiros, de ações, e cambiais, mundo afora. Estes mercados já vinham em ebulição nos últimos meses, mas por estes dias está acontecendo um “estouro da bolha”, com bolsas despencando no mundo todo, com quedas significativas nos EUA, Europa e Ásia, Brasil. O Ibovespa caiu 10% ontem, sofrendo a segunda interrupção dos negócios apenas nesta semana.  
     A tremenda instabilidade nos mercados é a manifestação da doença, uma espécie de febre, que alerta para o estado da infecção. A doença mesmo, o fundamento de toda a turbulência é a própria crise do capitalismo. A crise atual é uma das mais, se não for a mais grave crise da história do sistema. Esta crise se caracteriza por baixo crescimento, aumento dramático da desigualdade entre as classes sociais, dominação do capital financeiro, endividamento das famílias, das empresas e dos governos no mundo todo.
     Na fase atual do capitalismo (a financeira), as chamadas operações fictícias, especulativas, se tornam mais importantes que a própria produção real de riqueza. Há um descolamento total entre a esfera real de produção de riqueza, e a esfera financeira, do dinheiro. Isto significa que o volume de dinheiro e de papeis circulando na economia mundial, é muito maior do que a riqueza real existente. Há, portanto uma separação entre a produção de riqueza e sua representação em dinheiro, o que é um imenso fator gerador de crises e de instabilidades.
     Segundo o Instituto Internacional de Finanças (IIF, na sigla em inglês), a organização mundial do setor bancário, a taxa de endividamento em relação ao Produto Interno Bruto (PIB) mundial chegou ao recorde de 322% no terceiro trimestre do ano passado, e a dívida total a quase US$ 253 trilhões[1]. Para termos ideia do que significam estes números, o maior PIB do mundo, o norte-americano, é de US$ 20,50 trilhões (2018).
     Os mercados acionários desabam porque os investidores correm para colocar seu dinheiro em investimentos mais seguros. Normalmente papeis da dívida norte-americana. Numa conjuntura como essa, qualquer elemento mais grave não previsto leva às turbulências. Mas o determinante no processo é a crise capitalista caracterizada por baixo crescimento e financeirização, além do risco de recessão global.  
     O Brasil talvez seja o país subdesenvolvido mais exposto às atuais turbulências mundiais.  A dureza com que a crise financeira tem se manifestado no Brasil revela o quanto o país está vulnerável às crises mundiais. No ano passado, a saída líquida de dólares da economia brasileira (entradas menos saídas) foi de US$ 44,77 bilhões, maior evasão de divisas do Brasil em toda a série histórica, iniciada em 1982, até então. Neste ano, os especuladores estrangeiros já retiraram até a semana passada do mercado de ações, R$ 34,9 bilhões. Por dia de pregão da bolsa, neste ano, são R$ 918 milhões a menos de investimento estrangeiro, contra um ritmo de evasão, em 2019, de R$ 179,5 milhões. Para termos uma ideia do que essa saída significa, em 2008, que era até então o ano de maior saída de estrangeiros em termos reais (ou seja, corrigidos pela inflação), a retirada, em média por pregão, foi de R$ 180 milhões.
     Os capitalistas estão tirando dinheiro do Brasil não por causa das asneiras que falam Bolsonaro e sua equipe. Eles estão saindo do país em velocidade inédita por conta da instabilidade na economia mundial e em função dos fundamentos da economia brasileira, que são os piores possíveis. Não são as sandices ditas por Bolsonaro que fazem os capitais estrangeiros sair em nível recorde do país e sim a instabilidade que uma política de guerra contra a população pode trazer. Tudo indica que a crise que temos assistido ao nível mundial seja apenas o começo de um processo que tende a ser cada vez mais dramático. Há uma propensão da crise se desenvolver em forma de espiral, ou seja, realizar estragos cada vez mais profundos e abrangentes.
     A pandemia do coronavírus está mostrando o prejuízo que pode significar, principalmente em tempos duros, um governo ilegítimo, inepto e entreguista. No mundo a maioria dos países está tomando medidas no sentido de enfrentar a doença com determinação (ampliação da saúde pública, ajuda financeira às empresas atingidas, auxílio econômico a quem perde o emprego), o governo brasileiro acelera medidas que não deram certo em nenhum lugar do mundo, especialmente em tempos de colapso financeiro internacional. Medidas que vão no sentido de retirar direitos, achatar salários de funcionários públicos, acabar com programas sociais, desmontar o combate à fome e à pobreza, precarizar as relações de trabalho, cortar o gasto social de uma forma geral e entregar patrimônio público. Está uma maravilha para o 1% de super ricos, mas não se sabe até quando o pais aguenta. Nos guiemos pelo realismo e aguardemos tempos ainda mais difíceis.

                                                                                                            *Economista   12.03.20


[1] Ver o artigo Coronavírus eleva o risco de uma crise de crédito Endividamento atinge níveis recordes, num mundo de juro baixo. Por John Plender , divulgado no Financial Times, de Londres e reproduzido no valor de  06/03/2020